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Lidia y Antonio son una pareja de guapers dispuestos a dejarse llevar, a descubrir rincones y luces donde aparentemente no hay nada llamativo pero que….
Fui a Cañada Vellida, un pequeño pueblo de Teruel que resiste ahora y siempre al paso del tiempo. Conducía con mi coche por tierra de pastores entre el amarillo resplandeciente de unas tierras vírgenes libres de cobertura donde se respira tranquilidad, donde quizás las cosas lleven su propio ritmo. Antonio ama su pueblo y Lidia le mira y comprende cuando lo dice con orgullo. Y me encanta que sea así, que valoremos lo que tenemos, lo que nuestra singularidad nos hace que seamos únicos.
Lidia, a los casi 1400 metros de altitud a los que está Cañada Vellida, vestía de rojo como si compitiera con el sol. Salieron a bailar y se quedaron toda la noche.
Cogí mis cosas, recogí la cámara y marché de allí por la misma carretera ahora teñida de un azul interminable por la que había venido. Había disfrutado una vez más de fotografiar una pequeña y gran historia, de conocer más a Lidia y Antonio, de tratar de buscar unas imágenes que fueran suyas.